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Ante todo nos dirigimos y agradecemos a todos por la ayuda que nos dan con este blog ya sean seguidores, oyentes del programa de radio y por sobre todo a todos aquellos propietarios de webs, blogs, libros y todos los lugares donde han obtenidos la información y nos han acercado a nuestro mail para que podamos publicarlas en este humilde blog, para que todas las semanas desde hace ya 7 años podamos compartir en dos emisiones las tantas historias, enigmas y misterios del universo que se van pasando de generación en generación y así reflejar esas viejas leyendas, historias, enigmas y misterios que de niños oímos mas de una vez y que nos asustaban en algunos casos como también en otras nos enseñaban a valorar y respetar esas narraciones.

Desde ya les agradezco a todos y pido disculpas si no se agrega la fuente por que muchos correos no la poseen y para no cometer errores no se agrega pero en este pequeño equipo estamos muy agradecidos para con todos. Muchísimas Gracias a todos en general por su valiosa información y por su cordial atención.

Equipo Infinito.



martes, 9 de junio de 2015

El Condor

El cóndor no siempre usó la golilla que lleva tan elegantemente en el cuello. Se acostumbró a su uso después de haber sido derrotado, luego de una vergonzosa lucha, en la que lidió con un diminuto rival. La cosa ocurrió así: Don Cóndor había bajado al valle en ocasión de unas “chinganas” que se celebraban con motivo de la Semana Santa. En uno de los tantos bodegones instalados cerca de una plaza, don Cóndor conoció a un compadrito charlatán y pendenciero, muy conocido en el pago por su apodo de “Chusclín”. Se trataba nada menos que de un vulgar chingolo.

Luego de una entretenida charla, en la que don Cóndor y el Chusclín alardeaban de hazañosas pendencias y famosas “chupaderas”, como fin de la charla, formularon entre sí una singular apuesta. Se desafiaron a beber vino: el que “chupara” más sin “curarse” (en Cuyo “curarse” significa embriagarse), ganaría la apuesta y el perdedor, es decir, el que se “curara” más pronto, pagaría el vino consumido y la vuelta para todos. Tanto don Cóndor como Chusclín empinaron sus respectivas damajuanas y se inició la puja. Don Cóndor, de buena fe, trataba de agotar el líquido “de una sentada”, sin reparar que Chusclín cada sorbo que bebía lo arrojaba al suelo sin que don Cóndor lo notara.

Como don Cóndor no estaba acostumbrado al vino como Chsuclín, pronto comenzó a sentir dolor de cabeza y para atenuarlo se ató un pañuelo, a modo de vincha. Cuando don Cóndor advirtió el juego de Chusclín, lo apostrofó y se le fue encima. Chuclín, veterano peleador, lo espero sereno y confiado. Poco duró la pelea porque Chusclín con un certero golpe sangró la nariz de su contrincante, que solo atinaba a defenderse. En el entrevero, el pañuelo que don Cóndor tenía atado a la cabeza, se le cayó y desde entonces lo lleva allí.

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