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Equipo Infinito.



sábado, 14 de mayo de 2011

Lluvia de Animales, Fenómeno Anormal



Lluvia de animales es un fenómeno meteorológico extraordinario, que consiste en la caída del cielo de numerosos animales, frecuentemente de una sola especie. Esta precipitación atípica puede o no estar acompañada de lluvia común. El fenómeno ha ocurrido en muchas regiones a lo largo de la historia. Se han registrado testimonios del mismo en diversas épocas y países, lo cual ha dado origen a muchas leyendas y polémicas.
Con mayor frecuencia, estas «lluvias» están compuestas por peces o ranas, aunque hay historias que mencionan algunas especies de pájaros. En ocasiones, la lluvia es tan violenta, que los animales acaban destrozados en el suelo. A veces, los animales sobreviven al golpe, particularmente los peces, lo cual hace pensar que el intervalo transcurrido entre su despegue y el retorno al suelo, es relativamente breve. Algunos testimonios describen lluvias de ranas, donde los animales están intactos tras su caída. A veces, los animales caen completamente helados, o están atrapados dentro de bloques de hielo; demostrando así que antes de caer, su altura era muy elevada, donde la temperatura ambiente era inferior a 0 °C.
Desde hace mucho tiempo, la ciencia ha descartado muchas de las explicaciones que le son ofrecidas; por considerarlas exageradas, poco fiables o no comprobables. En 1859, un testigo de una lluvia de peces en el pueblo de Mountain Ash envió un espécimen al zoológico de Londres. J. E. Gray, director del Museo Británico, declaró que «a la luz de los hechos, lo más probable es que se trate de una broma: uno de los empleados de Mr. Nixon le ha vaciado encima un balde lleno de peces, y éste último pensó que le caían del cielo».
Lógicamente, las lluvias de animales estuvieron sin explicación científica durante mucho tiempo, mientras que se desarrollaban hipótesis que iban desde los intentos lógicos de explicarse el fenómeno, hasta lo absurdo. En el siglo IV a. C., el filósofo griego Teofrasto negó la existencia de lluvias de sapos, explicando simplemente que los sapos no caen durante la lluvia, sino que esta última los hace salir de la tierra. En el siglo XVI, Reginald Scot se aventuró a dar una hipótesis. Según él, «es cierto que algunas criaturas son generadas de manera espontánea, y no necesitan de padres. Por ejemplo estas ranas venidas de ninguna parte. Ellas fueron transportadas por la lluvia. Estas criaturas nacen de los aguaceros...». En el siglo XIX, se pensaba que la evaporación del agua llevaba los huevos de rana a las nubes, donde eclosionaban y caían a la tierra en un chubasco.

Testimonios de Lluvias de animales

Gracias a la prensa escrita, en la época moderna se han generado muchos testimonios, atestiguados por un mayor número de personas, lo cual les incrementa su confiabilidad. A continuación se listan algunos ejemplos:

En 1578, grandes ratones amarillos cayeron sobre la ciudad noruega de Bergen.

Según un tal John Collinges, una lluvia de sapos azotó la aldea inglesa de Acle, en Norfolk. El tabernero del lugar los retiró por centenas.

El 16 de febrero de 1861, la ciudad de Singapur sufrió un temblor de tierra, seguido de tres días de abundantes lluvias. Tras el final de las lluvias, los habitantes de Singapur vieron que en los charcos había miles de peces. Algunos de ellos afirmaron haberlos visto caer del cielo, aunque otros se mostraron más reservados al dar su testimonio. Cuando las aguas se retiraron, se encontraron otros peces en los charcos que se habían secado, notablemente en lugares que no habían sufrido inundaciones.

La revista Scientific American registra el informe de un chubasco de serpientes que alcanzaban alrededor de 45 cm) en Memphis, el 15 de enero de 1877. En Estados Unidos, se registraron más de quince informes de lluvias de animales, solamente en el siglo XIX.

En junio de 1880 se abatió una lluvia de codornices sobre Valencia (España).

El 7 de septiembre de 1953, millares de ranas cayeron del cielo sobre Leicester, en Massachusetts, Estados Unidos.

En 1968, los diarios brasileños registraron una lluvia de carne y sangre, sobre un área relativamente grande.

Canarios muertos cayeron en la ciudad de St. Mary’s City, en Maryland (Estados Unidos), en enero de 1969. Según el diario Washington Post del 26 de enero de ese año, el vuelo de los canarios se interrumpió súbitamente, como si hubiera habido una explosión, que nadie vio ni escuchó.

En 1978, llovieron cangrejos en Nueva Gales del Sur, en Australia.

En 2002, llovieron peces en Grecia. El diario Le Monde escribió:

Explicación científica

En contra de la mayoría de sus colegas contemporáneos, el físico francés André-Marie Ampère consideró que los testimonios de lluvias de animales eran verdaderos. Ampère intentó explicar las lluvias de sapos con una hipótesis que después fue aceptada y refinada por los científicos. Ante la Sociedad de Ciencias Naturales, Ampère afirmó que en ciertas épocas los sapos y las ranas vagabundean por los campos en grandes números, y que la acción de vientos violentos puede capturarlos y desplazarlos a grandes distancias.
Más recientemente, apareció la explicación científica del fenómeno, que involucra a las trombas marinas. En efecto, los vientos que se arremolinan debajo del meteoro son capaces de capturar objetos y animales, gracias a una combinación de la depresión en la tromba, y de la fuerza ejercida por los vientos dirigidos hacia ésta.
En consecuencia, estas trombas, o incluso tornados, transportaran a los animales a alturas relativamente grandes, recorriendo además grandes distancias. Los vientos son capaces de recoger a los animales presentes en una superficie relativamente extensa, y los dejan caer, en masa y de manera concentrada, sobre puntos localizados. Más específicamente, algunos tornados y trombas podrían secar completamente una charca, para dejar caer más lejos el agua y la fauna contenida en ésta, en forma de «lluvia de animales».
Esta hipótesis aparece reafirmada por la naturaleza de los animales de estas lluvias: pequeños y ligeros, generalmente surgidos del medio acuático, como batracios y peces. También es reafirmante el hecho de que, con frecuencia, la lluvia de animales está precedida por una tormenta. Sin embargo, hay algunos detalles que no han podido ser explicados. Por ejemplo, el que los animales a veces sigan vivos aún después de la caída, y algunos de ellos en perfecto estado. Otro aspecto es que normalmente cada lluvia de animales se manifiesta con una sola especie a la vez, casi nunca mezclándolas ni incluyendo algas u otras plantas.
Esta aparente anomalía se podría explicar en el caso de los pájaros, si la tromba atraviesa una parvada en particular que se encuentra en pleno vuelo, especialmente en épocas de migraciones.
En algunos casos, se han alegado causas diferentes para algunas supuestas lluvias de peces. Por ejemplo, en el caso de la lluvia de peces en Singapur de 1861, el naturalista francés Francis de Laporte de Castelnau explica que el chubasco tuvo lugar durante una migración de peces-gato, y que estos animales son capaces de arrastrarse sobre la tierra, para ir de un charco a otro; como las anguilas, que pueden recorrer varios kilómetros en los prados húmedos, o los lucios que van a reproducirse en los campos inundados. Además, explica que el hecho de haber visto los peces en el suelo inmediatamente después de la lluvia no es más que una coincidencia, ya que normalmente estos animales se desplazan sobre el suelo húmedo de rocío, o después de un chubasco o una inundación.

Entre las explicaciones no científicas del fenómeno, se encuentran las interpretaciones paranormales que alegan intervenciones de seres extraterrestres. En efecto, no faltan autores que describen a estos visitantes recogiendo grandes cantidades de animales como lastre, para después dejarlos caer antes de dejar nuestro planeta. Las lluvias de sangre y carne estarían vinculadas a una selección hecha por los visitantes, para aligerar sus almacenes.
También persisten explicaciones sobrenaturales, que pueden ser de naturaleza religiosa. Dependiendo del tipo de objeto o animal que cae a la tierra, el fenómeno es percibido ya sea como un castigo, como en el caso de las piedras que cayeron sobre el ejército amorita en el Antiguo Testamento; o como un signo providencial de bondad divina, cuando se trata de animales comestibles.

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